Fundación
No conocemos cuándo se fundó la Cofradía de Andújar, llamada matriz, por ser la primera de todas las que después se fueron creando, llamadas filiales.
Con dichos antecedentes, se ha considerado a la Cofradía Matriz como la misma que la de Hijosdalgos fundaron en 1245, apoyándose en una serie de consideraciones; como que aquella admitía a diferentes clases de miembros: “hombres Hijosdalgos, cofrades y hermanos de ella”, de acuerdo con la renovación estatutaria que hacen en 1499.
Nosotros pensamos que ambas cofradías eran distintas, no teniendo que ver nada una con la otra; ya que las de Hijosdalgos fueron creadas, tanto para la defensa de las fronteras cristianas contra los árabes, como para velar por la pureza del estamento noble. Una vez acabada la Reconquista pasaron a desempeñar otras misiones. En el siglo XVII en Andújar se dedicaban a luchar contra los bandoleros.
Se podría pensar que en la primitiva fundación ambas cofradías fueran una y con el tiempo dividirse; cosa que nos parece imposible, al quedar la de Hijosdalgos mermada por la pérdida de cofrades.
Por otro lado, la cofradía matriz acogía a todas las clases sociales de la localidad. Luego no podía ser la que comprenda sólo miembros de la nobleza. Los estatutos de la cofradía de Hijosdalgos, del siglo XIII, nada dicen de que se admitieran a personas del pueblo llano, todo lo contrario.
Algún historiador dice que los cargos de Prioste y Diputados lo han desempeñado siempre personas de todos los linajes, por tanto, no podían ser del estamento noble.
En los estatutos de la cofradía de Andújar, confirmados en 1505, podemos ver como no hay referencia alguna a los Hijosdalgos; de tal manera que al ingresar en ella tenía que entregar una oveja, cabra o colmena; lo que nos puede hacer pensar su vinculación a pastores y apicultores.
El que los órganos rectores, algunos, de esta cofradía, a lo largo de los siglos, en ocasiones, estuvieran ocupados por la aristocracia local, no debe obligarnos a aceptar que su origen fuera la citada hermandad.
Las ordenanzas de 1505 tienen un marcado fin asistencial, con el objetivo de cubrir la necesidades de sus miembros; tales como el cuidado de unos a otros en caso de enfermedad, rescatarles de los árabes, asistir a los sepelios y darle sepultura gratuitamente a los pobres del hospital de Ntra. Sra. de la Cabeza, que la cofradía mantenía en la ciudad de Andújar y hacer lo mismo el sábado, víspera de la fiesta romera, con quienes estuvieran enterrados en la sierra, a dos leguas y media del santuario, llevándose a este lugar y dándole tierra junto a la Virgen.
En cuanto al hospital referido, hay que entenderlo como un elemento heredado de la Edad Media, cuando era frecuente que cada hermandad mantuviera una actividad asistencial caritativa, no sólo para sus miembros, sino también para el resto de la sociedad. Este estaba ubicado en la calle de los Hospitales, hoy Ollerías, en el lugar donde actualmente se levanta la ermita dedicada a la Virgen de la Cabeza, edificada entre 1918 y 1921 a costa de los caudales de la condesa de Gracia Real y marquesa de Santa Rita, Agustina Pérez de Vargas y Pérez de Vargas, siendo atendida actualmente por los PP. Trinitarios, cuya comunidad de religiosos depende del santuario de Ntra. Sra. de la Cabeza.
La capilla fue construida por José Corbella Pené. El retablo, de estilo gótico, fue realizado en la casa Gerique de Valencia. Hay que destacar, además de la imagen de la Virgen, la de Jesús Rescatado, de gran devoción, otra del Beato Marcos Criado, Trinitario, y un gran Crucificado.
El hospital tenía su propia bula de indulgencias. En ocasiones se reunía en él la cofradía en cabildo, así como conmemoraba en la ermita la octava de la Virgen de la Cabeza, el domingo siguiente a la romería, asistiendo el Cabildo Municipal, al ejercer patronazgo la ciudad sobre la cofradía matriz.
Volviendo a los estatutos diremos, que los mismos preveían sanciones económicas a quienes no los cumplieran, estando prohibidos los insultos entre los cofrades, los cuales no podían dejar de asistir a los entierros de los demás, incumplir con la atención a aquellos que estaban enfermos o no ir, los que hubieran sido designados, a la romería. Hablar de pie en los cabildos estaba sancionado; ya que se obligaba a estar sentados a todos los presentes, con el fin de evitar una alteración del orden establecido; aunque si deseaban intervenir con alguna propuesta o responder algo al respecto, debían de tomar en sus manos el libro de estatutos u ordenanzas.
En líneas generales los estatutos son bastante sancionadores con los cofrades, en especial económicamente, como antes dije, debido a ser la fórmula posible para obligarles a cumplirlos; lo que demuestra que quienes llegaban a la cofradía no estaban muy dispuestos a asumir las normas de forma voluntaria y de compromiso personal, sin tener que recurrirse a penalizarlos. Todo ello hay que entenderlo en la sociedad de aquella época, siglo XVI, acostumbrada a funcionar tal como vemos. No sabemos si se aplicaba esta normativa con cierta rigurosidad. Posiblemente no, pero ahí estaba por si era necesario hacerlo.
Los cargos que regían la hermandad eran doce diputados o más, dos alcaldes –a modo de jueces-, un mayordomo –administrador de la ermita y del hospital-, un prioste –cargo similar al actual hermano mayor-, un escribano –para levantar acta de los acuerdos de las reuniones-, un procurador –encargado de cobrar las deudas pendientes con la cofradía- y un muñidor –quien convocaba a la cofradía por cuadrillas o grupos cada vez que se requería la presencia de ella en algún acto de tipo asistencia, etc.-.Si algún cofrade no aceptaba un cargo, causaba baja y si faltaba pagaba una multa. Los estatutos no indican cómo se elegían los referidos cargos.
Los alcaldes, prioste, mayordomo y escribano recibían al final del año un salario para todos de 1.500 maravedíes, que debían repartirse en partes iguales, como sueldo a los servicios prestados. El muñidor también tenía salario.
La mujer participaba en la vida de la cofradía como cualquier varón si pagaba la cuota de ingreso íntegra. También podía abonar la mitad, 50 maravedíes, por lo que entonces le daban media ración de carne los días romeros y sus hijos/as no podían heredar su título de cofrade. Ellas podían asistir a la romería sin ser cofrades, si el marido que lo era no lo hacia, por lo que tenía derecho a la media ración y si la recibían se obligaban a participar en los actos religiosos.
El carácter asistencial del que venimos hablando, algunas personas ingresaban en ella buscando beneficiarse; en concreto si estaba ya enfermo y moría, o tenía algún familiar directo en las mismas circunstancias. En tales casos, considerados como engaños, debía pagar una cierta cantidad de dinero. De esta manera trataban de evitar que la cofradía fuera la solución de muchas personas en el trance final de sus vidas, teniendo en cuenta la sociedad de principios del siglo XVI, tan preocupada de su última morada terrenal y la carencia casi general de recursos económicos para propiciarse un lugar digno de enterramiento.
Los estatutos u ordenanzas fueron confirmados por los obispos de Jaén, Diego de Tavira, en 1557, y Diego de los Cobos, el año 1565.
Las insignias que los miembros directivos usaban, para distinguirse entre los demás cofrades, eran: bandas rojas al hombro y báculos dorados, y el mayordomo roquete, sobrero blanco, báculo y banda del mismo color.
En la actualidad, tanto el hermano mayor del año correspondiente como los vicehermanos mayores anteriores, llevan anchas bandas al hombro de color blanco, sobre las que se han bordado el símbolo mariano y portan cetros plateados; el del hermano mayor es obra de orfebrería madrileña en plata rematado con la escena de la aparición. Los otros dos se rematan con el símbolo de María. Se hicieron en 1941, siendo hermanos mayores, Adolfo Rodríguez y Clara Garrido. De esta fecha data la medalla que todos llevan colgadas sobre su pecho.
En tiempos más recientes aparece la figura del presidente. El primero fue Miguel Corpas Gómez (1996-2004), a este le siguieron Inmaculada Maldonado Tenorio (2004-2007), José María González Jiménez (2007-2013, 10 de enero, por fallecimiento), Alfredo Fernández Villar (10 de enero de 2013 al 12 de enero de 2014), José Carlos Millán Talero (2014-2015), Ramón Colodrero Saperas, designado como Comisario de la Gestora por parte de Francisco Juan Martínez Rojas, Vicario General de la Diócesis de Jaén, que ostentaba la presidencia de la misma, (diciembre 2015 a febrero de 2018) y Manuel Ángel Vázquez Prieto (2018-2021), (reelegido para el periodo 2021-2024) .
El presidente lleva la banda de color azul celeste y los fiscales –encargados de organizar los desfiles de la cofradía, procesiones, etc.- blancas, llevando en su mano un cetro. Otras insignias son: banderas de diferentes colores y de gran tamaño, y un estandarte corporativo diseñado por Pedro Palenciano Olivares y confeccionado en el taller de las hermanas Rama, de Brenes (Sevilla). La cofradía, a su vez, tiene su propio escudo o heráldica diseñada igualmente por Pedro Palenciano Olivares, utilizada en cuantas publicaciones impresas hace la cofradía, así como en documentos oficiales, comunicaciones y otros actos.
Existe un guión de camino, de color rojo carmesí, con bordados y del que cuelgan 12 pequeñas campanas de plata, usado en romería, siendo llevado por un cofrade a caballo. Fue donado por los hermanos mayores de 1966, Antonio Gea Cobo y María Teresa Puig Serrano.
Los cofrades primitivamente vestían roquetes blancos, cubriéndose la cabeza con unos tocados de lienzo con puntas, los cuales se recogen con una toalla atada con una cinta de seda; que ciñe y aprieta el tocador a la cabeza, y se tienden los cabos de la toalla por la espalda hasta la cintura. Este traje era igual para todas las cofradías. La costumbre desapareció en el siglo XVIII y hoy en día no se emplea ninguno que le distinga del resto de los romeros. Se suele utilizar, al cuello, una medalla con largo cordón, siendo de diversos colores según la cofradía. El de la matriz es azul oscuro para los hermanos mayores, mientras que en los cofrades se incluye el blanco.
En 1772, Fernando López de Cárdenas, cura párroco de la villa de Montoro (Córdoba), presentó una denuncia ante el Real Consejo de Castilla, diciendo los diferentes desmanes de tipo religioso, económico y social que, a razón de su juicio tenían lugar en la romería de abril: Ofensas a Dios y a la Virgen, estafas, abusos de tipo sexual y venta de mulas gallegas, hecho éste que se consideraba usura.
El asunto prosperó, llegando a la Chancillería de Granada; que abrió expediente, realizándose diversas investigaciones, de las que resultaron distintos informes, que concluyeron con una Orden del Real Consejo de Castilla, con fecha de 16 de marzo de 1773, en la que mandaban recoger los Estatutos de todas las Cofradías y prohibían su presencia en la romería.
El resultado de la suspensión oficial de la fiesta fue la disminución del número de cofradías filiales y por consiguiente la pérdida del culto y devoción a la Virgen de la Cabeza, aunque extraoficialmente el último domingo de abril siguió concentrando a buen número de personas en el Santuario, debido a al carácter popular de la romería, por lo que a las autoridades municipales no les quedó más remedio que enviar alguaciles para mantener el orden público, tal como ocurre en 1778, fueron el corregidor, dos regidores y un jurado.
En el año 1782, el que era Hermano Mayor en el momento de la disolución de la cofradía matriz, marqués de Bilanos, solicitó se reconsiderara la situación en que se hallaba, a lo que el rey Carlos III accedió, otorgando una Real Pragmática aprobando los estatutos en el mes de julio.
Con anterioridad a la cofradía de Andújar, fue la de Santa Fe (Granada) la primera en obtener la aprobación de los nuevos estatutos por el Consejo Real. A esta le siguieron las de Colomera, Martos, Alcalá la Real, etc.
Nuevos Estatutos.
Las nuevas constituciones o estatutos de la cofradía andujareña constaban de 27 capítulos en los que se dicen que todos los cargos deberían elegirse anualmente, desapareciendo de los anteriores los diputados: que entonces sólo tenían la función de consiliarios de la cofradía.
Con estos estatutos se organizó de nuevo la hermandad, para lo cual se dio cuenta, previa citación, a todos los cofrades; sin embargo, la mayoría de estos no asistieron a la convocatoria y causaron baja; por lo que en 1782 había 72 personas. En 1807 encontramos a la cofradía con 264 hermanos.
En estas nuevas ordenanzas se contemplaba en el capítulo séptimo la “limpieza de sangre” era no tener antepasado moro, judío hereje, ni penitenciado por la Inquisición-, por lo que quienes quisieran ser cofrades debían demostrar que era “cristianos viejos”, lo que era igual a: descendiente de cristianos, sin mezcla de judío, moro o no estar bautizado.
El 1 de marzo de 1879 el obispo de Jaén, Manuel María León González y Sánchez (1877-1896), firmaba el “Reglamento adicional” a los estatutos del siglo XVIII, los cuales seguían en vigor, quedando derogados solamente reglamentos anteriores. La redacción del mismo se había hecho en 1870 siendo obispo, Antolín Monescillo y Viso (1865-1877). En el reglamento se incluía una nueva figura directiva, la diputación, con nuevos miembros: Arcipreste local, priores de las parroquias, cofrades que hayan sido hermanos mayores y personas de la cofradía, que, por su trabajo y entrega o posibles servicios futuros, fueran elegidos por mayoría de votos el domingo llamado de cargos. Cargos que se elegían por todos los cofrades, incluido el hermano mayor, reunidos en la ermita de la Virgen de la Cabeza en calle Ollerías.
Como hemos visto, la diputación estaba integrada por muchas personas, a diferencia de la actualidad, que está reservada exclusivamente a quienes han sido hermanos mayores.
Lógicamente, los cambios de estatutos, desde entonces, en años sucesivos han sido varios; aunque los más significativos del siglo XX fueron los de 1996, otorgados por el obispo Santiago García Aracil, que sustituyeron a los de 1978 firmados por su antecesor, Miguel Peinado Peinado. En 1999 se redactaron unos nuevos, aprobados en el año 2000. Lo novedoso de éstos es que incluyen un presidente y un vicepresidente, que, junto con el administrador o tesorero, son elegidos cada tres años, democráticamente, por los cofrades, mientras que el hermano mayor lo designaba la diputación hasta que en 2011 se modificó el artículo de los estatutos 25.1; para que fueran desde entonces los cofrades quien lo eligieran.
A estos cargos señalados hay que añadir vocales y un secretario, siendo el primero Luis Felipe Moreno del Castillo, al que sustituyó Inmaculada Maldonado Tenorio (2000-2003), la primera mujer que desempeñó el mismo en la cofradía. En estos hay que incluir los representantes eclesiásticos: Arcipreste de Andújar y el consiliario, función desempeñada normalmente por el superior o rector de la Basílica y Real Santuario de Ntra. Sra. de la Cabeza.
Privilegios.
A lo largo de los siglos la cofradía matriz ha obtenido diferentes privilegios encaminados a mantener y reforzar su autoridad en todo lo referente a la Virgen y su santuario.
El papa León X le otorgó una bula el 10 de diciembre de 1518 por la cual se le confirmaba la posesión de santuario. El mismo Pontífice le dará otra en 1552 derogando cualquier derecho que pretendieran tener los señores obispos de Jaén sobre el Patronato de la Hermandad. Esta obtuvo una de Sixto V referida a indulgencias.
Para que nadie pudiera decir misas ni pedir limosnas en la casa de Ntra. Sra. de la Cabeza en Sierra Morena, y sus alrededores, el papa Julio III le concedió una bula. Incluso obtuvo una que le permitía hacer gastos moderados en la romería.
Un privilegio exclusivo de la hermandad es el trasladar la imagen de la Virgen desde su camarín hasta las andas y viceversa, en la procesión del domingo.
El 13 de abril de 1845 se firma una concordia con el rector del santuario, por la cual únicamente el hermano mayor, el rector y el alcalde de Andújar, o su representante, son los que pueden bajar la imagen de la Virgen desde su camarín hasta colocarla en las andas.
El 22 de febrero de 2001, la Junta de Andalucía concedió la Medalla de Andalucía a la Real Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza, siendo entregada por el presidente del Parlamento Andaluz, Javier Torres Vela, el día 28 de febrero en el palacio de San Termo de Sevilla, a su presidente, Miguel Corpas Gómez.